Prefiero casi no contaros la parte que va de Vigo al Piornedo, la pintoresca aldea de la montaña lucense que aún conserva hoy en día sus ancestrales pallozas, en algunas convertidas en museos y que se pueden visitar, con la ventaja de que aún nos las enseñan quienes en ellas viven o hasta no hace mucho vivieron, capaces aún de contarnos muchas cosas sobre la vida dura que fue, y sigue siendo, en la montaña de Lugo.
Dado que cada quien puede empezar esta ruta desde su casa la comenzaremos ahí, justo en Becerrea, que es el pueblo en la provincia de Lugo, justo en la vieja carretera Nacional VI desde el que nos desviaremos hacia Piornedo para dormir allí y continuar mañana descendiendo con nuestras motos por toda esta frontera salvaje hasta que terminemos en Quiroga, en la provincia de Orense, justo donde se termina la vieja sierra del Caurel.
Eso si, antes de que sigais os aclararé una cosa: la ruta que os describiré, como todas, puede hacerse en más o menos tiempo, pero la idea, más que de hacer una ruta, es pasar unos días en la zona. El que suscribe hizo realmente la ruta con unos amigos en un fin de semana, partiéndo el Sábado desde Vigo y regresando a dicha ciudad el Domingo a la noche. Eso si, poco después volvió al lugar y estuvo tres días más. Merece la pena más que hacer una simple ruta pasar cuatro o cinco días en la zona, de no hacerlo así podrás ver el Piornedo, el Cebreiro y alguna cosilla más bajando por el Caurel pero... te perderás muchas cosas interesantes. El texto lo redacto como si hubiésemos pasado en el lugar esos cuatro o cinco días necesarios para ver y disfrutar a placer de esta comarca gallega, espero que no os importe esa pequeña licencia literaria, creo que será de más utilidad para cualquiera que pretenda pasar unos días en esta región de España, disfrutando de un buen descanso y de esta frontera hermosa y salvaje que merece mucho la pena. Cabe decir que este reportaje, pero mucho más breve, apareció publicado en el número 150 del mes de Diciembre de la revista Custom Machines precisamente con el título de La Frontera Salvaje. Espero que os guste.
Para los que no lo sepais, en Becerreá, justo en el kilómetro 462, tras pasar Becerreá dirección Madrid-Lugo, está La Posada de Paco. Paco y su esposa Isa seguro que sabrán atenderos, informaros, y si lo deseais, por un precio más que razonable tendreis en su posada cama y buena comida, además de disfrutar de una agradable conversación con gente motera de la vieja escuela. La atención que Paco e Isa dispensan a los que a su posada llegan es realmente excepcional (tened en cuenta que yo no recomiendo lugares para comer, dormir o lo que sea en Biker Garaje, cada uno es un mundo y podemos no coincidir en gustos pero La Posada de Paco si la recomiendo, por buena gente y por hacerlo bien).
Eso fue lo que hicimos nosotros, pasar antes de nada por La Posada de Paco para refrescarnos un poco de los kilómetros desde Vigo hasta Becerreá, saludarlos por supuesto y, ya de paso, aprovechar sus conocimientos de la zona para llegar lo mejor posible a Piornedo, que por razones de logística es donde pernoctaremos. Aquí vuelve a salir y sin querer esa elegancia de Paco y su señora, como sabe que tenemos dificultades para quedarnos en su casa ¡nos recomienda un hotel! o sea, recomienda a la competencia, esto no se ve todos los días y menos en los tiempos que corren. Ya es por la tarde, quedan pocas horas de luz, así al día siguiente recién despertados quienes me acompañan y yo mismo podremos visitar la aldea ancarense, ver alguna palloza y posteriormente bajar de la montaña, ese es el plan.
En Piornedo hay un solo hotel, es además el que nos recomendó Paco pero en el cual ya teníamos habitaciones reservadas, no busques más que de momento no hay, eso si, es un hotel agradable, con buena cocina, buenas camas y un precio razonable, sin problema. Tampoco pienses en salir a tomar unas copas o algo así ¡estás en una aldea pequeña y que tiene pallozas! La población medianamente grandecita y con posibilidades la dejaste en Becerreá, casi a cincuenta kilómetros por una carretera bastante tortuosa (ahora no te quejes por no haberte quedado en la Posada de Paco), en la cual además de las curvas y estrecheces propias de las carreteras de montaña en los días en que se hizo esta ruta tuvimos que sufrir un tramo de unos siete kilómetros circulando por gravilla. Así que nada ¡a dormir se ha dicho! Eso si, después de una buena cena en el Hotel Piornedo (buen nombre para el único hotel de Piornedo), nos vamos pronto a la cama, justo después de tomar un par de copas en el bar, que el hotel es tranquilo y el bar cierra a horas razonables, así que a dormir.
A la mañana siguiente, recién despertados del sueño reparador y con un buen desayuno entre pecho y espalda nos dedicamos un rato a pasear por el pueblo, a visitar sus pallozas, en algunas se puede visitar su interior ya que hoy en día aunque siguen teniendo su utilidad para los habitantes de la zona, bien como morada permanente o como parte de la moderna casa que construyeron a su lado, así que dedicamos la mañana a enterarnos de como aquellas gentes piornedanas lograron resistir al invasor. Me temo que la cosa no fue que resistiesen, es que no les quedaba otra, las malas comunicaciones de antaño tenían la culpa, así de sencillo y cruel. En algunas pallozas puedes ver instrumentos realmente curiosos y que hoy desconocemos: raquetas para caminar por la nieve confeccionadas artesanalmente, lanzas para cazar jabalies, instrumentos musicales, en algunas llama la atención encontrarte unos cuantos libros, incluso alguna que otra enciclopedia ¿qué hace en un lugar tan remoto algo así? la explicación es simple y nos la da un lugareño: no había tele y se leía bastante, claro que por ejemplo tampoco había médicos (aún hoy lo tienen difícil, el centro de salud más próximo está en Becerreá), ni luz eléctrica, aún hay en algunas pallozas ramas de urz (brezo) que se usaban antaño para iluminar las estancias. El esfuerzo de los habitantes de Piornedo por mantener todas esas pallozas visitables y darnos a conocer, a cambio de muy poco, una forma de vida ancestral y dura es considerable, de hecho en la Palloza de Sexto nos comentaba su propietario que tienen un verdadero problema para encontrar paja nueva para sus tejados y el problema para eso viene precisamente de la modernidad: no se siegan el trigo o el centeno como antaño, se hace con máquinas que estropean la paja y además la empacan en alpacas dejándola totalmente inservible para revestir un tejado, por lo demás, las pequeñas subvenciones que reciben de algún organismo no dan para demasiadas alegrías, así que se puede decir que estas pallozas, las que quedan, se mantienen por mero amor y cariño al hogar donde nació esta gente y suerte tenemos que nos enseñan, amablemente o a cambio de una pequeña colaboración económica como vivieron no hace mucho, a veces ellos mismos, en aquel lugar.
De Piornedo, y eso ya de la media mañana comenzamos a bajar lentamente por la carretera de Doiras hacia Pedrafita do Cebreiro, importante hito del peregrinaje a Santiago de Compostela y ahí nos encontramos con algo que más que ancestral es un pequeño parque temático para los peregrinos: bares bien surtidos, muchas tiendas de recuerdos y esas cosas típicas de los lugares turísticos, eso si, también queda algo de aquel peregrinar antiguo, de la piedad o del fervor que impulsaba a los peregrinos. En el recinto nos encontramos con una pequeña y recogida capilla, la de Santa María do Cebreiro, llena en su exterior de placas conmemorativas, de recordatorios de alguna efeméride y cosas así, la capilla está bastante concurrida, con peregrinos que se confunden con turistas y con personas que rezan con fervor postradas ante un pequeño cáliz que allí se encuentra en una pequeña vitrina-relicario.
Cuentan que ese cáliz es con el cual celebró el mismísimo Jesucristo la última cena, o sea, hablamos del Santo Grial ¡ahí es nada! ¡está en Galicia expuesto en una vitrina! y un montón de gente buscándolo desde tiempo inmemorial. Los menos crédulos dicen que no es para tanto, que simplemente obró un milagro en un cura descreído. Dicen que a la capilla iba todos los días a escuchar misa un vecino del lugar, en una de esas misas, con el vecino solo allí escuchándolo, al cura se le pasó por la cabeza que el vecino podía dejar de asistir a su misa y así él no la tendría que oficiar, pensamientos impuros para un cura, y claro, se obró el milagro escarmentador, cuando el cura alzó el cáliz la copa empezó a borbotear... sangre, que se supone era la de Cristo, desde aquel día aumentó considerablemente la fe del clérigo. Hay gente quizás más crédula que asegura que ambas versiones son ciertas. Curiosamente nunca más el cáliz borboteó sangre, supongo que al resto de sacerdotes que pasaron por el lugar les dará algo de cague usarlo.
Antes de seguir bajando, ya por la sierra del Caurel, y que algunos modernillos se empeñan en llamar "do Courel" o "Courel" a secas, cuando, incluso por los habitantes de la zona, siempre se llamó Caurel tanto en gallego como en castellano, en fin, la cuestión es galleguizar, lo que sea, pero si nos vamos al topónimo inicial que apareció en un tumbo del monasterio de Samos allá por el año 1103 serría "Caurellum" y desde siempre, este que suscribe escuchó decir "Caurel" incluso a los habitantes de la zona y... no me críe demasiado lejos. El caso, que me despisto, es que no es mala idea parar para hacerse alguna que otra foto ante el monumento al peregrino que está próximo, justo en el Alto de Piedrafita. Pero hay algo más importante que hacer, aprovechando que estamos en Piedrafita no es mala idea comprar un bidón de diez litros de gasolina y llenar depósito y bidón, que tendremos que llevar en la moto, claro. La sierra del Caurel no es muy extensa, pero si tiene muchos recovecos y zonas para recorrer con nuestra moto y la de Piedrafita es la gasolinera más cercana que tenemos antes de adentrarnos en el interior de esta sierra lucense, o sea, que si no nos llega la gasolina para recorrer unos cuantos lugares por ahí abajo... tendremos que volver a subir a por gasolina, esto depende de cada quien la moto que tenga, pero si tienes algo que consuma más o menos como una Virago 1100 y con un deposito similar (16 litros) es imprescindible el bidón y comenzar a bajar con el depósito lleno.
Pero antes volvamos un rato a La Posada de Paco, es hora de comer y pocos como Paco pueden preparar un delicioso churrasco de carnes variadas para unos cuantos comensales hambrientos. Pocos como Paco e Isa pueden hacer que unos moteros que tienen que llegar a Vigo esa misma tarde deseen quedarse en su compañía un rato más. Así que salimos algo tarde según lo previsto de la Posada de Paco, pero no importa, la compañía ha sido grata y la charla enriquecedora ¿donde está el problema? solo que llegaremos un poco más tarde de lo previsto a nuestras casas, no pasa nada.
.-SEGUNDA PARTE DEL VIAJE DE ESTA RUTA ESTANCIA
Volvemos a Piedrafita do Cebreiro y desde allí bajamos dirección sur directamente a Seoane do Caurel, un poco antes de llegar a este pueblo me desvio de la carretera LU-651 a Esperante, donde está el "Acampamento Caurel" en el que tengo reservado un cómodo bungalow por 50 euros al día. El camping no está nada mal, piscina, un acogedor bar restaurante a precios bastante normalitos, zona de tiendas de campaña y caravanas donde la tranquilidad parece infinita y unas propietarias muy amables y colaboradoras a la hora de informar al viajero de cualquier cosa que desee saber sobre la comarca. Desde aquí partirán varias rutas que haré en días sucesivos. La vez anterior, la que fui con los colegas (recordad, este viaje lo hice en dos veces aquí ya estoy en la segunda vez que fui), lo único que vimos mientras pasábamos por el Caurel fue la pequeña y restaurada aldea de Seceda [foto 2], con su particular arquitectura muy típica de todas las pequeñas localidades del Caurel, y no está mal para una ruta de un par de días pero el Caurel tiene mucho más para ver, algunas cosas, hermosas, llamativas e incluso mágicas son visibles justo en los alrededores del camping, como la ermita de Esperante, cuya campana -y en palabras de un amable vecino con el que tuve el gusto de conversar- ya solo toca a difuntos muy de tarde en tarde, bromee con él:
-En un ambiente tan puro la gente se morirá poco
-no, lo que sucede es que casi no hay gente -matizó el vecino-
La ermita se encuentra casi al lado, en un altozano y se puede ver desde el camping, subiendo un poco, a pie por algún camino, podemos encontrar preciosas "corredoiras" . La palabra "Corredoira" no tiene una buena traducción del gallego al castellano, podría ser sendero, pero en puridad es algo más que un sendero, es un sendero que suele ir encajonado entre paredes, casas y muros de fincas, pero más entre las paredes que forman el propio camino, estrecho generalmente, que solo da para el paso de personas y a veces del tradicional carro gallego con su yunta de vacas o bueyes. Vamos, que salvo que viajes en una moto de enduro o trail no es buena idea meterse por ellas, como mucho podrás llegar a las proximidades.
Como es el caso de la Devesa de Rogueira, próxima al camping donde estamos, un poco más abajo de Seoane, allí puedes llegar a una pequeña cabaña que hay a su entrada, la moto se queda, si tu quieres ver uno de los bosques autóctonos más antiguos de Europa y que hasta la fecha nunca sufrió un incendio (y quiera dios que siga así) tienes que dejar la moto y comenzar a caminar, a disfrutar de la naturaleza y de los castaños más que centenarios que te acompañarán en la senda, lo que quieras caminar depende de ti, pero sea poco o mucho lo disfrutarás.
Y aunque por la información que vemos en el camping y otros lugares, los senderos a pie y los lugares interesantes a los que se puede llegar por el camino de San Fernando (un ratito a pie y otro andando) son inacabables en el Caurel nosotros vinimos para rodar en moto por estas viejas y bajas montañas, surcadas de pequeños ríos, cascadas y torrentes que las llenan de verdor, las nubes que amenazan a veces tormenta no descargan agua, o como en nuestro caso, tuvieron la generosidad de descargarla por la noche, se limitan a estar ahí, haciendo si cabe más bellos los paisajes que contemplamos, y rodando en moto se puede llegar a varios lugares.
Conviene eso si una buena cartografía de la zona, aquí me temo que el GPS no podrá llevarte demasiado bien a algún que otro sitio, no por nada, sencillamente para que el GPS te lleve tiene que saber que existe ese lugar y aquí, en el Caurel, se perdió según la leyenda una legión romana y ahí se quedó, muchos siglos después encontraron su águila en uno de los montes más altos de la zona: el Pía Páxaro ¿Crees que bajo estas condiciones el GPS te ayudará eficientemente? yo prefiero fiarme de un buen mapa y de la inestimable ayuda de los vecinos, a lo mejor tu GPS no sabe donde está Romeor, Froxan o Vilamor, por hablar de algunos de los nucleos de población más grandes, pero aún así pequeños, de la zona.
Lo "deshabitado" además es frecuente, hay algunos pueblos enteros que son auténticos pueblos fantasma, casas completamente deshabitadas (por ejemplo Horreos, en la misma frontera con León) y terrenos que ya no se trabajan dan buena fe de ello, otros, más afortunados quizás, quedan bajo mínimos en el duro invierno y en habitantes... bueno, mejor os cuento algo un tanto surrealista: vamos a Froxan, en la carretera DP-47-01, nos disponemos a dar un paseo y justo donde aparcamos la moto hay un grupo de chicas muy modernillas ellas que hablan... catalán, paseamos por el pueblecito y hay unos cuantos taxis... de Barcelona. Al regresar a la moto converso con las chicas, la explicación es sencilla, en invierno Froxán es casi, salvo por cuatro ancianos que aún siguen ahí, un pueblo fantasma más, en verano vienen sus antiguos hijos, muchos de los cuales son... taxistas en Barcelona. Sucede tres cuartos de lo mismo en Vilamor u otras aldeas de la zona, puede que sus habitantes en lugar de terminar trabajando como taxistas en Barcelona tengan hoy en día sus negocios o trabajos en otros lugares pero es la tónica de la zona, la emigración de antaño la mató en gran medida. Hoy vemos que los lugares más grandes parecen tener algo de pujanza, mejores comunicaciones y los grandes atractivos turísticos de la zona dan lugar a que en lugares como Seoane te encuentres la tienda tradicional de toda la vida donde puedes comprar desde unas medias de señora a un saco de pienso para el ganado exista un moderno supermercado de una afamada cadena gallega. En un bar de Folgoso do Caurel, más al sur, me cuenta su propietario que tiene una RT1200 que puede andar con ella incluso en invierno gracias a las quitanieves, no hace mucho esta zona de Galicia solía quedarse incomunicada en invierno y por ejemplo, para recibir medicinas, no pocas fueron las veces que las trajo el helicóptero de la Guardia Civil o... varios vecinos que iban a por ellas a lugares como Quiroga en mulas.
Entre estas rutas el camping no es mal lugar para descansar, bien tomando algo en la tranquila noche mientras planifico un poco lo que haremos el día siguiente o bien en las cercanías fotografiando lo que se me pone por delante, como el rio Lor, que de los muchos arroyos y regatos es el más importante y que cruza toda la sierra de norte a sur.
Hay lugares como Ferramulín que son realmente pintorescos y nos cuentan la historia de como el hombre ha sido capaz de superar, con solidaridad y trabajo, las circunstancias más adversas.
En Ferramulín hay un molino que el viajero puede ver como eso, como un pintoresco molino a la orilla de un bonito y pequeño río (el Selmo), pero es algo más.
En la década de los setenta Ferramulín no tenía luz eléctrica (fue el último pueblo de España en tenerla), y como de costumbre los políticos bien, gracias. Sin embargo un vecino emigrante que hizo cierta fortuna, quizás deseoso de ver a sus viejos convecinos un poco mejor, les regaló un grupo electrógeno que se podría instalar en el molino y dar luz a la pequeña aldea. El grupo electrógeno solo podía llegar a Piedrafita en camión, o sea que durante aproximadamente 50 kilómetros el grupo fue transportado por aquellos caminos en carros de vacas, hicieron falta dos carros para transportarlo en dos grupos y seis yuntas de poderosos bueyes para realizar solo el trabajo del transporte, pero la odisea aún no había terminado, al llegar a Ferramulín los carros y los bueyes no podían atravesar el pequeño río para pasar al molino, se hundían, así que los hombres y mujeres de la aldea desmontaron todo en pequeñas piezas, lo cruzaron y lo volvieron a montar. Eso si, a los vecinos les dio tanta alegría tener luz eléctrica que después, según cuentan, no la apagaban, gracias a su esfuerzo, y solo a su esfuerzo, tenían electricidad gratis.
En Ferramulín hay un bar que se llama Casa da Fina (Fina es apócope de Josefina muy usado en Galicia), me cuentan que Fina es una auténtica artista preparando brebajes con aguardiente y hierbas naturales del monte que incluso sanan cosas, como lo mío es el whisky y la cerveza prescindo de ellos, pero si me hace gracia su eficiente sistema de atención al cliente. la Sra. Fina puede estar haciendo cualquier cosa en su casa y lógicamente cierra la puerta, pero oye, si tu llegas pitas y ella aparece al momento dispuesta a atenderte para que te tomes una cerveza fresquita.
Salvo la LU-651 y algunos otros tramos las carreteras que surcan el Caurel no se pueden calificar de buenas, estrechas, sin arcenes y con un firme en bastante pobre estado, dan para circular, pero no para muchas alegrías con una moto, eso si, te llevan y te traen a cualquier parte, cumplen su función. Tampoco están muy transitadas, así que tranquilos, no llegareis tarde a lado alguno, eso si, procurad ir con cuidado, aquí las señales de cañadas de vacas son reales, la cañada muchas veces es la propia carretera, siendo bastante normal encontrarte a la salida de una curva a alguien conduciendo un rebaño de vacas que, la verdad, no se si le llamaría yo a eso conducir, en algún caso las tenía pues... pastando por las cunetas, con toda la tranquilidad del mundo. También sucedió que en un momento dado un cervatillo y su madre cruzaron, asustados, la carretera a muy pocos metros frente a nosotros de un par de saltos, así que precaución al circular, estamparse contra una vaca con una moto no debe de ser lo más agradable del mundo.
Tampoco es raro que te veas rodeado de ellas, que en el Caurel, aunque es zona minera y lo fue más, no deja de ser abundante el ganado vacuno y bovino. Así, rodeados de vacas, nos vimos cuando fuimos a Romeor, que además de ser, como casi todo el Caurel, un lugar con encanto tiene un túnel excavado hace muchos siglos en la piedra. Lo excavaron los romanos, bueno, casi seguro que los esclavizados habitantes de la zona tras su dominación. En el Caurel había minerales como hierro y otros que aún se explotan hoy con bastante conflicto como la pizarra. De la existencia y manipulación del hierro dan buena fe topónimos como Ferrería Vella o Ferreirós de Abaixo, en estos lugares hubo, hasta no hace mucho, herrerías y herreros que trabajaban el metal como nadie, hoy las viejas herrerías están prácticamente desaparecidas o se conservan como museo o, como el caso de una que visitamos en O Pontón, fueron transformadas en un hermoso bar donde es obligatoria una parada y disfrutar de las curiosas formas del mobiliario y del frescor del lugar (el río Lor pasa justo a tus pies, debajo incluso, mientras tomas una cerveza), los muebles que vereis los fabrica el dueño con troncos y maderas que va encontrando por el monte, a veces hace curiosos y grandes muebles aprovechando un madero en el que nadie ve nada pero él ve un sofá, una silla o... un trono que también tiene por allí. Este bar, O Pontón, fue antiguamente la casa de los empleados de una de estas herrerías, si un día lo visitais (solo abre en verano y alguns días de primavera y otoño) fijaos lo grande que es el edificio del bar y pensad en los empleados que pudo tener antaño la herrería. Hoy parece que en el Caurel no queda hierro, ya veis, las ferrerías están paradas o reconvertidas, solo quedan las explotaciones de pizarra que a veces resultan ser muy polémicas.
Pues de toda esta antigua tradición minera puede ser buen testigo este túnel de Romeor horadado en la roca en la época de los romanos y conocido como Túnel da Louseira (la "lousa", que en castellano sería "losa", es en Galicia una forma que se le da a la pizarra en forma de cuadrado o rectángulo estrechito y más o menos grande, generalmente la "lousa" se usaba para varias cosas como hacer suelos en casas o hacer cercados en fincas, para esto último aún se usa hoy en día), y direis vosotros que para que diablos hicieron los romanos este túnel, pues... es ni más ni menos que un acueducto, un acueducto para lavar la tierra de las minas de Millares y Torubio y así extraer de ellas el oro, que también hubo en esta tierra varias minas del precioso metal.
Un dato, importante, para ver este túnel hay que dejar la moto en Romeor y... ponerse a caminar un par de kilómetros montaña arriba, disfrutando eso si de la naturaleza siempre impresionante del lugar. La subida no es muy pronunciada y puede hacerse bien, a vuestra elección lo dejo. Y es que ver un túnel artificial... no se, a lo mejor preferís ver alguna de las muchas cuevas naturales que hay por la zona, eso si, os puedo decir que no son, en muchos casos, fáciles de encontrar ni están a la vuelta de la esquina, para ver cuevas en el Caurel estimo que es casi mejor ir a tiro fijo, con la debida información y quizás algún mapa topográfico que situe correctamente tal o cual cueva, a algunas el acceso es meridianamente fácil pero... el caso es que intentamos ver una que me pareció accesible y, mientras estaba tratando de localizarla, con nulo éxito, en un mapa de carreteras le pregunté a un vecino por ella y, la verdad, no la sabía situar demasiado bien (no suelen estar nada bien señalizadas), y si él no la situaba correctamente siendo de allí no me apetecía perder el tiempo buscándola yo y, a lo peor, caerme en alguna, con forma de agujero en el suelo, que tambien las hay, y tener un accidente. Eso si, el paisano me contó una curiosa historia sobre algunas de esas cuevas:
Resulta que en este país hubo una guerra, todos lo sabemos, y en la guerra, por parte de ambos bandos, se mató gente a base de bien, y el Caurel no fue una excepción, me contaba el anciano que por allí tuvieron la desgracia de que pasasen primero los rojos matando a algunos, y como enterrarlos era un trabajo considerable pues nada, al fondo de algunas cuevas, después pasaron los nacionales y tres cuartos de lo mismo, matar de un balazo es sencillo, pero cavar una fosa es harina de otro costal, así que también al fondo de la cueva, así que hoy en día no es disparate pensar que en algunas de las muchas cuevas desperdigadas por el Caurel yacen, en perfecta armonía y paz, muertos de ambos bandos a los que posteriormente se les dejó caer encima también alguna vaca o algún cerdo muertos, y esto no lo tomeis como falta de respeto, pero si hace unos años se te moría una vaca, o un cerdo ¿para que te ibas a quebrar el espinazo cavando un hueco si ya estaba cavado? Se despide el abuelo de mi con una sonrisa afable y con un ojalá no vuelvan aquellos tiempos, estoy de acuerdo con él.
Eso si, algún día no muy lejano volveré al Caurel preparado para ver cuevas, que hay un buen puñado, no en vano, el topónimo Caurellum, dicen los sabios que es una palabra compuesta, Cau, que puede ser sustantivo de origen celta y que significa cueva, también concavidad u hondonada, el sufijo "ellum" es un despectivo latino pero... aumentativo. Vamos, imaginaos a un romano cabreado hoy en día que lo destinasen de la metrópoli al Caurel:
-Oye ¿para donde vas destinado?
-para la hondonada de mierda esa que hay en Gallaecia, allá cerca de Lucus Augusta
-Ah ¿para Caurellum?
-eso mismo
-pues nada cuídate, ya sabes lo que les paso a unos allí en un monte...
-calla, calla, no me lo recuerdes, cagadito voy, dicen que los gallegos de por allí son algo revoltosos y tienen costumbre de matarnos y tirarnos a alguna de las muchisimas cuevas que hay por la zona.
Creo que a estas alturas queda más que claro que el laberinto de pequeñas carreteras y caminos del Caurel es un lugar ideal para perderse en un verdadero túnel vegetal, o sea, para perderse literalmente, aunque con un poco cuidado y, como ya digo, con un buen mapa no tiene porque suceder algo así. Eso si, no quita que ya puestos a rodar por la zona lo intentemos acercándonos a la localidad de Louzara. Las carreteras en el Caurel ya lo conté, no son demasiado buenas (algunos tramos pueden calificarse de decentes, pero pocos). Me hizo gracia que en la carretera había algunos carteles bien visibles que advertían del peligro de la gravilla suelta, nada que objetar, pero sabed, queridos lectores, que la gravilla en algunos casos eran piedras del tamaño de los puños de un señor normal, y no es que hubiese una de esas piedras entre un montón de gravilla, no, más bien había un montón de esas piedras entre una poquita gravilla, supongo que a estas alturas (aquella carretera estaba algo así como en obras dejadas de la mano de Dios) ya estará arreglado aquel tramo.
Por último me gustaría recomendaros, si viajais a la zona, que siempre que podais os molesteis en parar la moto y caminar por veredas y bosques, a veces bastan un par de cientos de metros para encontrarse realmente aislados del mundo, escuchando únicamente el canto de los pájaros o el murmullo de algún arrollo. Otras nos sorprenderán, escondidas en plena naturaleza, muestras de una arquitectura ancestral que en lugar de destrozar el medio se adaptaba a él, como es el caso de las albarizas. Las albarizas eran, y aún son en algún caso, que alguna hay en uso, unas construcciones circulares hechas de pizarra, con huecos dentro en forma de pequeños nichos, en ellas y en esos agujeros se colocaban colmenas para protegerlas antiguamente de los osos, y es que si, hace no muchos años las sierras de Ancares y Caurel fueron zonas oseras y hoy parece que se ha vuelto a ver algún oso por la zona, así que ahí andan los oportunos servicios tratando de proteger esa lenta reintrodución del oso pardo que parece va llegando procedente del occidente asturiano y leonés.
Y si en fauna nos metemos, que no es plan, la hay y en abundancia. Tuve ocasión de hablar con el dueño de un bar, cazador él y bueno, jabalí a patadas, corzo, venado, aves rapaces en abundancia, lobo, y en ciertas épocas del año, tanto en los Ancares como en el Caurel es bastante factible escuchar el canto del urogallo, de hecho el urogallo es el emblema de la sierra de Ancares, eso si, la fauna no suele verse desde una moto, para eso hay que adentrarse profundamente en los montes de la zona y quizás, si lo haces bien, puedas disfrutar al menos de parte de ella.
El Caurel y la sierra de Ancares tienen una cosa mala, muy mala, que los días de asueto se terminan y tienes que regresar a tu realidad cotidiana. Así que no queda otra, con el bidón de gasolina vacío y muy poco combustible en el depósito descendemos el último día hacia Quiroga a donde llegamos apurando la reserva, y es que las distancias entre pueblos del Caurel son cortas pero había muchos lugares que ver, y la gasolina no es eterna (lamentablemente). En Quiroga, tras repostar, enfilamos el camino de Vigo viendo por última vez el paso del río Lor, testigo mudo del devenir de los siglos, e incluso las eras en esta frontera gallega que, a pesar del hombre, aún sigue siendo lo suficientemente salvaje como para disfrutar de ella.
Claro que también tienen estas viejas sierras una cosa buena: de ahí no se van a mover, tienen buenos servicios para el turista (le vendría bien una gasolinera en Seoane o en Folgoso, pienso) y una gente más que amable, por eso uno se va, si, pero creo que no miento si digo que en la mente hay una palabra: volveré.
Por supuesto invito a cualquiera, motero o no, a que amplie este reportaje con su experiencia o conocimiento de la zona. Soy consciente de que en tan pocos días no pude, aunque me esforcé al máximo, conocer todos los secretos que esconden estas montañas, quizás en algún próximo viaje a un lugar ideal para rutear con una moto y descansar descubra algunos otros que, a buen seguro, nunca serán todos. Ahí teneis los comentarios para que quien lo desee amplie o aclare lo que yo no haya puesto o, sencillamente, haya puesto mal.
Tampoco es raro que te veas rodeado de ellas, que en el Caurel, aunque es zona minera y lo fue más, no deja de ser abundante el ganado vacuno y bovino. Así, rodeados de vacas, nos vimos cuando fuimos a Romeor, que además de ser, como casi todo el Caurel, un lugar con encanto tiene un túnel excavado hace muchos siglos en la piedra. Lo excavaron los romanos, bueno, casi seguro que los esclavizados habitantes de la zona tras su dominación. En el Caurel había minerales como hierro y otros que aún se explotan hoy con bastante conflicto como la pizarra. De la existencia y manipulación del hierro dan buena fe topónimos como Ferrería Vella o Ferreirós de Abaixo, en estos lugares hubo, hasta no hace mucho, herrerías y herreros que trabajaban el metal como nadie, hoy las viejas herrerías están prácticamente desaparecidas o se conservan como museo o, como el caso de una que visitamos en O Pontón, fueron transformadas en un hermoso bar donde es obligatoria una parada y disfrutar de las curiosas formas del mobiliario y del frescor del lugar (el río Lor pasa justo a tus pies, debajo incluso, mientras tomas una cerveza), los muebles que vereis los fabrica el dueño con troncos y maderas que va encontrando por el monte, a veces hace curiosos y grandes muebles aprovechando un madero en el que nadie ve nada pero él ve un sofá, una silla o... un trono que también tiene por allí. Este bar, O Pontón, fue antiguamente la casa de los empleados de una de estas herrerías, si un día lo visitais (solo abre en verano y alguns días de primavera y otoño) fijaos lo grande que es el edificio del bar y pensad en los empleados que pudo tener antaño la herrería. Hoy parece que en el Caurel no queda hierro, ya veis, las ferrerías están paradas o reconvertidas, solo quedan las explotaciones de pizarra que a veces resultan ser muy polémicas.
Pues de toda esta antigua tradición minera puede ser buen testigo este túnel de Romeor horadado en la roca en la época de los romanos y conocido como Túnel da Louseira (la "lousa", que en castellano sería "losa", es en Galicia una forma que se le da a la pizarra en forma de cuadrado o rectángulo estrechito y más o menos grande, generalmente la "lousa" se usaba para varias cosas como hacer suelos en casas o hacer cercados en fincas, para esto último aún se usa hoy en día), y direis vosotros que para que diablos hicieron los romanos este túnel, pues... es ni más ni menos que un acueducto, un acueducto para lavar la tierra de las minas de Millares y Torubio y así extraer de ellas el oro, que también hubo en esta tierra varias minas del precioso metal.
La Arpía rodeada de vacas en Romeor, bueno, también hay una señora que es la dueña de las vacas.
Resulta que en este país hubo una guerra, todos lo sabemos, y en la guerra, por parte de ambos bandos, se mató gente a base de bien, y el Caurel no fue una excepción, me contaba el anciano que por allí tuvieron la desgracia de que pasasen primero los rojos matando a algunos, y como enterrarlos era un trabajo considerable pues nada, al fondo de algunas cuevas, después pasaron los nacionales y tres cuartos de lo mismo, matar de un balazo es sencillo, pero cavar una fosa es harina de otro costal, así que también al fondo de la cueva, así que hoy en día no es disparate pensar que en algunas de las muchas cuevas desperdigadas por el Caurel yacen, en perfecta armonía y paz, muertos de ambos bandos a los que posteriormente se les dejó caer encima también alguna vaca o algún cerdo muertos, y esto no lo tomeis como falta de respeto, pero si hace unos años se te moría una vaca, o un cerdo ¿para que te ibas a quebrar el espinazo cavando un hueco si ya estaba cavado? Se despide el abuelo de mi con una sonrisa afable y con un ojalá no vuelvan aquellos tiempos, estoy de acuerdo con él.
Eso si, algún día no muy lejano volveré al Caurel preparado para ver cuevas, que hay un buen puñado, no en vano, el topónimo Caurellum, dicen los sabios que es una palabra compuesta, Cau, que puede ser sustantivo de origen celta y que significa cueva, también concavidad u hondonada, el sufijo "ellum" es un despectivo latino pero... aumentativo. Vamos, imaginaos a un romano cabreado hoy en día que lo destinasen de la metrópoli al Caurel:
-Oye ¿para donde vas destinado?
-para la hondonada de mierda esa que hay en Gallaecia, allá cerca de Lucus Augusta
-Ah ¿para Caurellum?
-eso mismo
-pues nada cuídate, ya sabes lo que les paso a unos allí en un monte...
-calla, calla, no me lo recuerdes, cagadito voy, dicen que los gallegos de por allí son algo revoltosos y tienen costumbre de matarnos y tirarnos a alguna de las muchisimas cuevas que hay por la zona.
Creo que a estas alturas queda más que claro que el laberinto de pequeñas carreteras y caminos del Caurel es un lugar ideal para perderse en un verdadero túnel vegetal, o sea, para perderse literalmente, aunque con un poco cuidado y, como ya digo, con un buen mapa no tiene porque suceder algo así. Eso si, no quita que ya puestos a rodar por la zona lo intentemos acercándonos a la localidad de Louzara. Las carreteras en el Caurel ya lo conté, no son demasiado buenas (algunos tramos pueden calificarse de decentes, pero pocos). Me hizo gracia que en la carretera había algunos carteles bien visibles que advertían del peligro de la gravilla suelta, nada que objetar, pero sabed, queridos lectores, que la gravilla en algunos casos eran piedras del tamaño de los puños de un señor normal, y no es que hubiese una de esas piedras entre un montón de gravilla, no, más bien había un montón de esas piedras entre una poquita gravilla, supongo que a estas alturas (aquella carretera estaba algo así como en obras dejadas de la mano de Dios) ya estará arreglado aquel tramo.
Por último me gustaría recomendaros, si viajais a la zona, que siempre que podais os molesteis en parar la moto y caminar por veredas y bosques, a veces bastan un par de cientos de metros para encontrarse realmente aislados del mundo, escuchando únicamente el canto de los pájaros o el murmullo de algún arrollo. Otras nos sorprenderán, escondidas en plena naturaleza, muestras de una arquitectura ancestral que en lugar de destrozar el medio se adaptaba a él, como es el caso de las albarizas. Las albarizas eran, y aún son en algún caso, que alguna hay en uso, unas construcciones circulares hechas de pizarra, con huecos dentro en forma de pequeños nichos, en ellas y en esos agujeros se colocaban colmenas para protegerlas antiguamente de los osos, y es que si, hace no muchos años las sierras de Ancares y Caurel fueron zonas oseras y hoy parece que se ha vuelto a ver algún oso por la zona, así que ahí andan los oportunos servicios tratando de proteger esa lenta reintrodución del oso pardo que parece va llegando procedente del occidente asturiano y leonés.
Y si en fauna nos metemos, que no es plan, la hay y en abundancia. Tuve ocasión de hablar con el dueño de un bar, cazador él y bueno, jabalí a patadas, corzo, venado, aves rapaces en abundancia, lobo, y en ciertas épocas del año, tanto en los Ancares como en el Caurel es bastante factible escuchar el canto del urogallo, de hecho el urogallo es el emblema de la sierra de Ancares, eso si, la fauna no suele verse desde una moto, para eso hay que adentrarse profundamente en los montes de la zona y quizás, si lo haces bien, puedas disfrutar al menos de parte de ella.
El Caurel y la sierra de Ancares tienen una cosa mala, muy mala, que los días de asueto se terminan y tienes que regresar a tu realidad cotidiana. Así que no queda otra, con el bidón de gasolina vacío y muy poco combustible en el depósito descendemos el último día hacia Quiroga a donde llegamos apurando la reserva, y es que las distancias entre pueblos del Caurel son cortas pero había muchos lugares que ver, y la gasolina no es eterna (lamentablemente). En Quiroga, tras repostar, enfilamos el camino de Vigo viendo por última vez el paso del río Lor, testigo mudo del devenir de los siglos, e incluso las eras en esta frontera gallega que, a pesar del hombre, aún sigue siendo lo suficientemente salvaje como para disfrutar de ella.
Claro que también tienen estas viejas sierras una cosa buena: de ahí no se van a mover, tienen buenos servicios para el turista (le vendría bien una gasolinera en Seoane o en Folgoso, pienso) y una gente más que amable, por eso uno se va, si, pero creo que no miento si digo que en la mente hay una palabra: volveré.
Por supuesto invito a cualquiera, motero o no, a que amplie este reportaje con su experiencia o conocimiento de la zona. Soy consciente de que en tan pocos días no pude, aunque me esforcé al máximo, conocer todos los secretos que esconden estas montañas, quizás en algún próximo viaje a un lugar ideal para rutear con una moto y descansar descubra algunos otros que, a buen seguro, nunca serán todos. Ahí teneis los comentarios para que quien lo desee amplie o aclare lo que yo no haya puesto o, sencillamente, haya puesto mal.
Seguro que os habeis dado cuenta de que muchos enlaces de este texto lo son a las fotos que hice por la zona, quizás hay alguna más que no está enlazada, para verlas todas podeis hacerlo picando aquí.

Gracias por tan estupenda crónica. Me has permitido viajar contigo y disfrutar de los rincones que has sabido captar con tu cámara. No dudes que esta salvaje frontera contará algún día con un visitante llegado desde el cálido Mediterráneo, ese día espero darte un fuerte abrazo.
ResponderEliminarAchab (Paco)
Joer con el sistema, ya van tres veces que contesto a tu comentario y el mío desaparece, no se que diablos hago mal, a ver si ahora me entero.
ResponderEliminarDecía y digo que me alegro de que te gustase el reportaje, y si ese día que dices que el viajero mediterraneo llegue a nuestras montañas tendré mucho gusto en ir a tomar con él una cerveza al bar Pontón, si el tiempo, las circunstancias y todo eso lo permiten, que casi seguro que si, hay tardes en las que hago rutas más largas, así que no sería mucho problema.
Un saludo ;)
A ver ahora si se queda el comentario, coñe.
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