Es curioso que, aún hoy, cuando alguien nos cuenta que un sacerdote es motero nos extrañamos, como si moto y ser cura estuviesen reñidos por alguna razón ¿por qué un cura no va a poder ser aficionado a las motos? que yo sepa la iglesia no lo prohibe ni mucho menos y por otra parte es un vehículo para desplazarse, o para divertirse como otro cualquiera. Y sin embargo nos extraña, incluso en algún caso se presentá como algo muy friki o excénctrico. Y así, de excéntrico, fue tachado no pocas veces el reverendo anglicano Bill Shergold por su cariño a las dos ruedas y su deseo de ayudar a los moteros.
Bill Shergold, al que podeis ver en las fotos que ilustran esta entrada, fue ordenado sacerdote en el año 1942, poco después, y tras haber pasado por otras parroquias fue trasladado a prestar sus servicios en la parroquia londinense de Santa María de Eton, esta parroquia tenía, entre otras cosas, un club juvenil que hoy ya es pura historia, tanto en la historia de los clubes juveniles como en la del mundo de la motocicleta, el club se llama, que aún existe el 59 Club, del cual seguro que algunos habeis oído hablar, el 59, o como suelen llamarlo los ingleses, el The Fifty Nine Club, lo había fundado años antes el también reverendo John Oates y gozaba de gran prestigio siendo apoyado en muchas ocasiones por gente famosa e incluso por miembros de la realeza británica.
Por aquellos años empezaban a estar de moda las motos Cafe-Racer que solían montar unos muchachos conocidos por su afición al rock and roll y a la velocidad, los ton up boys, la palabra ton up viene del hecho de que gustaban alcanzar las 100 millas por hora en sus motocicletas (algo más de los 160 kilómetros por hora). Aquellos chicos, rebeldes, se accidentaban con cierta frecuencia y los periódicos llenaban sus páginas con sus locuras, con más sensacionalismo que otra cosa, pero el caso es que los convertían en una especie de demonios sobre el asfalto.
El reverendo Bill divirtiéndose con su Norton y sus amigos
Y ahí tenemos al Reverendo Bill, que habiendo heredado la gestión del 59 Club se dijo que era hora de cambiarlo un poco, de darle un aire más moderno y de paso tratar de ayudar a unos chavales que andaban un tanto descarriados, así que ni corto ni perezoso, se montó en su Triumph y se plantó en el Ace Cafe London con su clerical alzacuellos y comenzó a repartir octavillas a aquellos rudos muchachos para que fuesen a darse una vuelta por el 59 Club, que se lo pasarían bien, sobre todo los sábados por la noche.
Los rockers aquellos se lo tomaron un poco a coña, pero alguno se dio una vuelta por el club del párroco y descubrió que aquello no era solo un club religioso, allí el bueno del reverendo Bill había puesto una preciosa juke box llena de rock and roll, algunas mesas de ping pong y un bar bien surtido, casi casi el paraíso para aquellos chavales que empezaron, poco a poco, a dejarse caer por allí y a rodar con sus máquinas encabezados muchas veces por el reverendo. De ahí a pedirle que les bautizase un hijo, los casase o meramente a asistir a sus servicios religiosos solo había un paso, en ellos el parroco no dudaba en permitir que entrasen con las motos hasta el mismo altar y así, de paso, bendecírselas.
El cura no solo se quedó ahí, en la mera asistencia religiosa y en montarles un bar a los rockers, gracias a ellos y con ellos organizó un buen número de campañas y proyectos solidarios para ayudar a gente necesitada y se peleó a brazo partido con la prensa amarillista que descuartizaba en sus textos, injustamente, a aquellos ton up boys, de este modo y poco a poco, fue ganando cierto respeto para ellos, muchos ya encuadrados la sección de motos del 59 Club.
Evidentemente esto no fue, ni mucho menos, un camino de rosas para el párroco, fue duramente criticado por cierto sector amarillista de la prensa y no faltaron parroquianos que le negaron el saludo por hacer algo por aquellos moteros, poco a poco fue convenciendo a tirios y troyanos de que lo que hacía era bueno y que aquellos chicos con sus cazadoras Perfecto de cuero de malos tenían más bien poco.
Se ve que la experiencia con los moteros le gustó a este cura, poco después fue trasladado a la parroquia de Santa María de Paddington donde continuó ayudando siempre que pudo a los motociclistas y de ahí pasó a la de San Bartolomé, en Dover donde... fundó el 69 Club en este caso ya exclusivamente para moteros.
Ambos clubes lo nombraron presidente vitalicio de los mismos en honor a su buen hacer. El padre Bill Shergold falleció el mes de Mayo de 2009, pero ahí queda su obra que pervive en el tiempo, el 59 es hoy en día el club más grande del mundo con más de 30.000 miembros afiliados y su lider sigue siendo un sacerdote que al parecer lo hace tan bien como el fallecido Shergold: el padre Scott Anderson. A Bill Shergold se le sigue recordando con mucho cariño.

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