Uno ya tiene costumbre de ver que nuestros impresentables políticos tienen la poca vergüenza de hacer una obra con nuestro dinero y lógicamente inaugurarla, después del bonito acto de inauguración, preferiblemente en tiempo electoral, veremos allí, para siempre, una plaquita (o placón) recordándonos la efeméride como si la hubiesen hecho ellos, de su bolsillo oiga.