Hoy estuve en el cementerio, visitando a mi padre, acordándome de los antepasados y amigos que se fueron yendo. Y como siempre llevé un par de birras para tomarlas en compañía del viejo, el una, yo otra, la del se la dejo allí, creo que prefiere ir tomándola tranquilamente, la eternidad es lo que tiene, da tiempo a tomarse las cosas con toda la calma del mundo.
Normalmente también busco algunas florecillas antes de ir en el parque de Castrelos para ponerselas en el tarrito que tiene la placa de su nicho, una vela, y limpio aquello un poquito, sobre todo la placa con un poema que le pusimos allí, en fin, todo normal.
Otra de las cosas que hago es darme una vuelta entre los ceniceros donde está el de mi padre, no por nada, simplemente por curiosear que nuevos vecinos tiene a su lado. Detrás de los ceniceros hay un pequeño campo de grama, seguro que cuando cierran el cementerio de Pereiró los muertos salen de sus tumbas y allí, en aquel campo se relajan, estiran un rato las piernas, conversan y a lo mejor hasta juegan al mus, como dice la cancioncilla aquella de los Chimberos de Bilbao, aunque en Vigo no creo que jueguen demasiado al mus, no se estila por aquí, quizás al tute, al subastao o al truco, seguro que mi padre se agenció a cuatro amiguetes para jugar al dominó.
Llegó hace poco, creo que muy poco, voy al cementerio bastante a menudo y la última vez no estaba allí, un muchacho joven que dejó a los suyos, y posiblemente nos dejó a todos un poco con veinticuatro años, en su nicho hay muchas flores, se ve que su paso por el mundo de los vivos dejó gran huella y le quisieron y quieren mucho. También hay una foto de él, parece un muchacho simpático, de trato agradable, rubio, no mal parecido, yo diría que guapo pero de belleza masculina no entiendo mucho, y en su nicho alguien tuvo el detalle de aparcar una pequeña moto, una R en tonos fucscia, se puede suponer que fue un juguete de ese chico, pero no creo, me da la sensación de que mientras estuvo entre nosotros rodó a lomos de alguna R, aunque no fuese la que se ve en su nicho.
¡Pobre chaval! ya le dije, pedí más bien, que tenga paciencia con mi viejo, y es que ya me lo estoy imaginando contandole batallitas de como a lomos de aquella Boneville corría por Caracas camino de la universidad para llevar bocadillos a los estudiantes durante las revueltas del final de la dictadura de Perez Jimenez, con los neumáticos estrechos "que así tumbaba mejor para escapar de la policía", y de unos cuantos trucos para arañarle unos caballos a aquella Boneville o a una Harley, incluso a un Chevy, y después advirtiéndole de que no se puede correr, porque claro, si corres te puedes caer y dar con tus huesos en un barranco y pasarte allí siete ocho horas hasta que te rescata un moro que te visita todos los días en el hospital, durante siete meses mientras médicos y personal sanitario tratan de recomponerte el cuerpo, dejándote claro, una pierna que se tuerce levemente al caminar, y Josué, que así se llama el muchacho, el pobre aguantándolo todo, tiene cara de respetar a los mayores, espero que en el más allá... bueno, no lo espero, lo creo, también hay motos, y posiblemente Josué tenga la suya para rodar por el cielo, así podrá largarse mientras deja a mi viejo con otros abueletes jugando al dominó en aquel pequeño prado, eso si, seguro que siempre se largará con unas cuantas advertencias: tenga cuidado mijo, las motos son muy peligrosas, mira que yo...
-Que si, Sr. Nilo, que ya lo se, que usted se cayó y pasó un montón de horas en un barranco... que tendré cuidado, no se preocupe.
Aunque no se, a lo mejor allá en ese otro mundo que imaginamos placentero y lejano a nuestros terrenales sinsabores nadie se cae de una moto, nadie se hiere, nadie se lastima, a lo mejor hasta mi padre le perdió el miedo que aquel accidente le metió en el cuerpo con las motos y vuelve a rodar en una vieja Boneville echándole carreras al muchacho por el cielo, quizás cuando truena en Vigo son los dos acelerando sus máquinas, tumbándolas en alguna curva imaginaria, mi padre con sus gomas estrechas para tumbar mejor y sin necesidad de escapar de la policía, Josué con unos neumáticos que parecen chicle para agarrarse a tope en las carreteras del cielo.
Ráfagas para los dos desde aquí, para todos esos moteros que un día se fueron de ruta a ese lugar distnate pero cercano en nuestros corazones, un día, espero que lejano, nos veremos y seguiremos cabalgando nubes de sol, generando tormentas para recordarle a los que aquí aún sigan que estamos ahí, al otro lado, esperando por ellos.

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