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28/6/12

Naturaleza, caza, tres chalados con escopeta y motos molestas

Cuentan y no paran los aficionados a las motos de campo o monte (¿qué coño es eso de "off road" hablando o escribiendo en castellano?) que las trabas que les ponen las autoridades para circular con sus vehículos por ciertos lugares son interminables: por aquí no que es un espacio natural, por allí tampoco que hay unos vestigios de no se que cosa, allá nada de eso que es coto de caza y no se puede, y en no se donde es refugio de fauna y ni hablar del peluquín. Así que nada oiga, quedan por ahí cuatro vereditas y algún que otro circuito donde pueden practicar un deporte muy poco mimado por las autoridades y que sin embargo nunca de dejó de dar bastantes momentos de gloria a nuestro país.


Lo malo de España, de los españoles, es que en cuanto nos nombran para algún cargo tendemos a creernos autoridad, esto puede verse tranquilamente en las carreteras, le ponen a Pepe, empleado de asfaltados Martinez (es una empresa inventada eh, si existe es solo casualidad) un chaleco reflectante, le dan una señal de esas que por un lado figura la dirección prohibida y por otro la de dirección obligatoria y a la que te descuides un poco el fulano te puede echar un chorreo por no obedecerlo que más te valdría tener delante a dos guardias civiles de tráfico con los boletines de denuncias vacíos y los bolígrafos bien recargados. Después está la coña de la gorra, como a un paisano cualquiera le pongan una gorra con una insignia (y no hablo de los vigilantes jurados eh, profesionales donde los haya, callados, discretos y que suelen hacer las cosas bien) y lo hagan encargado de algo que se persigne quien tenga que pasar por sus manos o ponerse a su alcance. Para rematar la faena está el nombramiento, a un fulano de por aquí, patrio, le dicen que es presidente del club de la pipa, por poner por caso, y no pone firme a un general de la Legión porque a este último le daría la risa, pero por querer... ganas no le faltan al "presidente" de turno.


Así las cosas, allá por Aranda del Duero, en Burgos una preciosa provincia al norte de España unos tipos disfrutan del uso de un coto de caza, cosa nada excepcional, en España donde acaba uno empieza el siguiente, pero claro, les dieron a los fulanos un nombramiento que les obliga a mantener el coto, su fauna, hacer que esta sea explotable cinegéticamente, en fin, todas esas cosas que van inherentes a estos asuntos de la cacería.


Y los tíos se pusieron manos a la obra, armados con sus escopetas, sin título alguno de vigilantes de coto de caza o cosa que se le parezca, se aparecían así, de sopetón, a todo humano que se movía por su coto, olvidando que en los cotos de caza todo lo público sigue siendo público (o sea los caminos, por ejemplo) salvo la caza,  para recriminarle su actitud, afearles la conducta y ya de paso, y aprovechando que llevaban las escopetas, amedrentar al personal un poco, todo ello en pro de "la defensa de la naturaleza, la ecología y esas cosas que quedan tan bonitas en los periódicos, esto lo hacían con viandantes, ciclistas y los aficionados a las motos de campo, que como no tenían bastante los pobres pensando todo el rato si estarán infringiendo algo sin saberlo, pues eso, sales de una curva en un sendero montuno, derrapando mientras tumbas como puedes, tratando de evitar la hojarasca y la encina y... te encuentras a tres tarados encañonándote con sus escopetas. Y si claro, pasado el susto, y si no has dado con tus huesos en un bancal, un sembrado o cualquier cosa peor, te vas al juzgado o al cuartelillo y denuncias el asunto pero ¿como se te queda el cuerpo cuando tres tipos, escopeta en mano y de paisano te dan el alto en una vereda? en fin, menos mal que la autoridad, la de verdad, tomó medidas en el asunto, menos mal que nadie tuvo un accidente grave, y es que estos tipejos, paso siquiera de calificarlos como individuos y menos aún de señores, también se dedicaban a dejar por el monte objetos peligrosos de todo tipo, como por ejemplo hermosos tablones llenos de clavos. 

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