Hay algunos "moteretes" (definición de moterete, aclaro: gilipollas que puede permitirse el lujo de poseer una moto, posesión que no le quita lo de imbécil) que reparten, así, por su cuenta y riesgo, carnets de motero: tu si, tu no. Si montas algo más pequeño de 250cc no lo eres, de ahí para arriba nos lo pensamos, si montas una R no lo eres, o no lo eres si montas una custom, depende del moterete, te tienen que gustar las carreras, claro, y haber ido varias veces al despropósito de Pingüinos, faltaría más, los hay para los que eres motero si te gastas una millonada en modificar tu moto, otros piensan lo contrario, que si te gastas esa millonada es que no eres motero. En fin, todos conocemos y no solemos tratar a algún imbécil de este calibre que jamás vio llorar de alegría a un adolescente porque le dabas una vuelta en moto, y ya no digamos si se la dejabas conducir a él, adolescente que después, se pasó un montón de años sufriendo en silencio hasta que pudo comprarse la máquina de sus sueños... o no pudo. Con su pan se lo coman, pero podrían fijarse en el ejemplo de Burt Munro.
Burt Munro fue un señor de Nueva Zelanda al que le gustaban las motos, pero no tenía mucho dinero, en 1915 se compró una Douglas que se le fue al diablo en dos patadas. En 1920 se compró una Indian Twin Scout (y no, no es una R) que le costó 50 libras y para de contar, no hubo más dinero para motos mejores o más modernas.
Burt Munro tenía un sueño, siempre lo tuvo: lanzarse con una moto a la máxima velocidad posible en el Bonneville Salt Flats. Lo malo es que ni tenía la moto adecuada ni le quedaba cerca el sitio, Bonneville Salt Flats es un desierto de sal que le quedaba al otro lado del mundo, justo en el estado de Utah, en los Estados Unidos de América. Ahí es nada.
Indian Twin Scout similar a la de Burt Munro
Así que como no había dinero para viajar tan lejos, ni para motos bien preparadas, ni tan siquiera para preparar la vieja Indian de 1920 Burt Munro se pasaba muchas horas en su garaje modificando aquella Indian, siempre de forma artesanal, así, usando hierros viejos, e incluso fundiendo el de las latas de conserva fue construyendo cilindros, pistones, embrague o lo que hiciese falta que supuestamente mejoraría las prestaciones de su querida Indian, claro que nos podemos imaginar que hubo fallos estrepitosos y algún acierto, eso si, Burt Munro tuvo que aprender un montón de cosas a base de fallos y aciertos.
En su pueblo, que se llamaba Invercargirl, también había moteretes, claro, no faltan, la mierda abunda, que se reían de él, pero Burt iba a lo suyo, a darle más prestaciones a su hierro, con lo que tenía y como podía, mientras los demás reían el soñaba, trabajaba y disfrutaba en su garaje.
Burt Munro con su Indian algo modificada
Cuando tenía 68, y hablamos de 1967, o sea la Indian ya tenía 47 años bien cumplidos, Burt pensó que su moto podía hacer un buen papel en las carreras de Bonneville, así que con algunos ahorrillos, y alguna que otra ayuda de sus convecinos se marchó con su Indian a Utah, los vecinos lo ayudaron más bien poquito y porque en el 62 había logrado poner aquella Indian a 288 kilómetros por hora en Nueva Zelanda estableciendo un record con un motor que el mismo había pasado de 606cc a 850cc, cuando llegó allí tuvo algunos problemas burocráticos que pudo solventar a trancas y barrancas, e incluso, tras examinar el terreno donde tenía que correr con su Indian, decidió que tenía que alisar sus neumáticos para que fuese más veloz, lo hizo en la habitación de su hotel, con un cuchillo bien afilado y la moto ya iba por los 950cc. Los moteretes, que también allí los hay, volvieron a reírse de él ¡a donde vas con esa mierda! seguro que le dijo alguno, el sonreía y soñaba.
En una primera prueba puso su más que artesanal cacharro a 295'44 kilómetros por hora sufriendo una caída. Cuando se levantó, bastante magullado (su equipo era su ropa de calle reforzada con algunos trapos y trozos de gomas) se había ganado el respeto de algunos, no de todos, y eso si, no faltaron quienes le aconsejaron que se retirase con aquella porquería. El reparó los desperfectos, y en la siguiente prueba, con la lección bien aprendida de lo que podía o no podía hacerse, lanzó la Indian casi a 323 kilómetros por hora sobre la sal del desierto de Bonneville dejando a todos con la boca abierta. Hoy su record sigue imbatido. Después, con algún dinerillo que le daba la publicidad y otras cosillas logró ir más años a Bonneville y seguir disfrutando de aquella pasión que se fraguó en un garaje sin montar demasiado en moto por falta de capital y mientras muchos se reían y no le otorgaban el carnet de motero.
Muy buena y recomendable la película Burt Munro, un sueño, una leyenda.
Fotograma de la película interpretada por Anthony Hopkins

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios que falten de algún modo al respeto a los demás no serán publicados.